Crónica de una noche poética
A las cinco de la tarde enloqueció por primera vez el timbre de la casa. Pedro apareció con una inmensa sonrisa, traía consigo verduras de muchos colores y panes elaborados por él mismo, según receta propia y en horno especial. Mientras contaba anécdotas, con las verduras formaba escarapelas sobre las bandejas. Luego, como si se concentrara para escribir un poema, paseó la mirada por los muebles de la cocina, se remangó el pullover, extendió los brazos y se plantó delante del mesón. Aquí, vació el yogurt en vasijas negras, para que este contrastase en lo oscuro; los sazonó con mostaza, hiervas, pimienta. Al final colocó los dips en el centro de las escarapelas, «para adornarlas un poquito», dijo. Era un placer escuchar sus explicaciones, verlo en acción con esa tranquilidad, meticulosidad y gran estética culinaria.
A partir de las siete el timbre loqueó y antes de las ocho de la noche la sala principal estaba abarrotada. Amantes de la literatura llenaron la casa con amenas conversaciones. Sinceramente no salía de mi sorpresa, y una y otra vez recorría la mirada por el auditorio, quería cerciorarme de que era cierto, había muchas más mujeres que varones. Qué sorpresa y alegría a la vez, y claro me preguntaba, dónde habrían ido a parar los del sexo „fuerte“. Para los Bernáculos era una noche experimental. El propósito principal consistía en hacer participar a los presentes con la lectura de un poema favorito o de algo propio. No era sencillo, porque pocos se conocían y como es de esperar en estas ocasiones, es necesario una porción de determinación para presentarse ante el público.
En el instante adecuado, Verónica deslizó con suavidad los dedos sobre las teclas del piano y nos regaló un precioso momento, con un hálito de nostalgia interpretó Von fremden Ländern und Menschen de Schumann, su pieza favorita. Y así afinó la noche, pues a partir del primer poema declamado, el público se destacó por su benevolencia y con eso dio rienda suelta a una atmósfera constructiva y relajada, lo que indujo a las lectoras, los lectores a controlar las emociones, a ignorar la tensión y a participar sin estrés. Entonces ocurrió lo deseado, se desató una dinámica literaria sin titileos. En el ambiente se esparcieron los versos, creció el interés y la curiosidad y con ellos la motivación y la satisfacción. Pedro, esperaba sentado en una silla, en la falda apretaba un libro de poemas y una biblia, mientras tanto una paloma cucureaba, sombras peleaban, versos se incrustaban en roperos y alguien ordenaba: “Salta! … Ya aparecerá el suelo“ (verso anónimo de indígena de la tribu Navajo).
El intercambio de ideas fluyó durante el aperitivo que siguió a las lecturas, no faltaron las críticas, lo que motiva, y por suerte abundaron los elogios, lo que …
Fue una noche agradable. «Un encuentro enriquecedor y prometedor», concluyó Pedro, y se despidió con un fuerte abrazo.
Khuno D. Calderón