Presentaciones

Lecturas de vida y muerte

K’anchaku Bernáculo en el Progr

El culto a los muertos es una constante antropológica que aparece en casi todas las culturas alrededor del planeta. Puesto que nuestra velada literaria tuvo lugar el primero de noviembre, decidimos dedicarla a nuestros muertos, escritoras y escritores del continente americano, desde los territorios del Yukon hasta Tierra de Fuego.

Para los pueblos andinos es “el día en que abrazan a sus muertos” y lo celebran con una ceremonia llamada K’anchaku, que en el idioma quechua significa algo así como fiesta de la luz porque se espera que ese día las almas hagan un camino de purificación y asciendan finalmente al hanaqpacha, el mundo de la luz. Es por ello que a los difuntos se los representa en su estado de inocencia, es decir, como bebés (wawas) envueltos en sus fajas, como se solía hacer antiguamente con los recién nacidos. Se prepara un altar con tantawawas (bebés de pan) correspondientes a cada difunto, más los alimentos y bebidas que más les gustaban en vida, algún objeto preferido, velas y flores. No debe faltar la escalera –de pan también– que simboliza el medio para que las almas puedan ascender a la luz.

Ese día, los integrantes de Letras Bernáculas invitamos a una escritora o un escritor que haya significado algo especial para cada uno de nosotros. Entre los invitados –o más propiamente dicho, conjurados– estuvieron la poeta argentina de origen suizo Alfonsina Storni, el escritor uruguayo Eduardo Galeano, el poeta peruano Antonio Claros, el escritor estadounidense Edgar Allan Poe y la poeta argentina Alejandra Pizarnik, todos representados por su wawa de pan.

Fueron seis textos cortos los que se leyeron: Maizena, de Milován España, es la historia de un joven que va a ser degollado por tramposo y que muestra una realidad de la vida urbana de Sucre. El plan austral, de Virginia Holzer, es el relato de una niña que crea su propio plan para encontrar a su padre desaparecido durante la dictadura militar. Leer la ciudad, de Mercedes Iturrizaga, tematiza el ser de un lugar pero no estar en él, síndrome de muchos inmigrantes que viven su lugar natal con ojos de observador. La última vez fue la primera, de Pedro Méndez, nos presenta a un hombre joven enfrentado a dos mundos irreconciliables: el fútbol como profesión y su homosexualidad, al tiempo que nos muestra el deporte y la prostitución como instrumentos de manipulación. En Oksana primera muerte Nancy Wiesmann describe la imagen de una joven que posa para un famoso diseñador de moda; en el final del relato está implícito el abuso sexual. Por último, Ángel Zulueta narra en La abuela cómo una niña es casi muerta por una paliza paterna, acto de injusticia que le deja para siempre un odio inconfesable.

Las lecturas recibieron la atención, los comentarios y el aplauso del público, animándonos con ello a persistir en nuestro empeño de producir y difundir la literatura latinoamericana en Berna y más allá. Al final de la lectura compartimos las tantawawas entre los asistentes y partimos con la esperanza de continuar con nuestras lecturas el próximo año.

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